Hace cuatro siglos, se publicaron historias de los Países Bajos que describían la invención de un dispositivo de doble lente para ver a distancia: el telescopio. Aunque comenzó su vida como nada más que un catalejo de baja potencia (diferencia entre catalejo y telescopio), rápidamente se convirtió en un instrumento óptico de precisión de gran aumento, capaz incluso de ver las lunas de Júpiter.
Se atribuye la invención del telescopio, instrumento óptico que nos posibilita observar objetos que se encuentran a gran distancia, siendo fundamental para la astronomía, a Hans Lippershey en el Siglo XVII.
Sin embargo, al igual que la invención del microscopio, el origen es controvertido según investigaciones recientes. El informático e investigador histórico Nick Pelling descubrió que Lippershey lo patentó el 17 de octubre de 1608, existiendo registros de la invención del instrumento óptico por Juan Roget en 1590, 28 años antes.
Estos “anteojos de larga vista” como los había llamado Roget, fueron inventados por el fabricante de anteojos de España nacido en 1550 en Angulema Francia, fallecido entre 1617 y 1624.
Entre los diversos indicios que llevan a la atribución de la invención a Roget es que anterior a la fecha de la patente de Lippershey ya había registros escritos del instrumento en un testamento, cuando Don Pedro de Carolona legó a su mujer “ullera llarga guarnida de llautó” (un largo monóculo de latón).
De lo que si hay certeza es de la invención de su nombre, el 14 de abril de 1611 el matemático griego Giovanni Demisiani propuso el nombre “telescopio”, durante una cena en honor a Galileo.